martes, 16 de diciembre de 2008

Muertes tontas de ayer y hoy - 4

John Sedgwick

O el hombre que resultó ser más grande que un elefante



Si morir resulta una experiencia no muy agradable, en principio, morir con la palabra en la boca debe ser aún peor. Y si esas palabras rezuman orgullo y prepotencia, sin duda el Karma se ha hartado de ti. Es el caso, por ejemplo, de John Sedgwick, general del ejército de la Unión durante la Guerra Civil Norteamericana, fallecido en la batalla de Spotsylvania, de una manera que hace salirse de la escala a mi “ironiómetro”.


Vamos a hablar un poco de él. John nació en Cornwall Hollow, Connecticut, un 13 de septiembre de 1813. Fue a la Academia Sharon y luego a West Point, donde se graduó el vigésimocuarto de su promoción (1837). Mal empezamos, resulta que John no es un genio militar...


Empezó su carrera como sargento de artillería, pero fue ascendiendo rápidamente, luchando contra los indios seminola y en la guerra contra México. Estaría orgulloso de él, si no fuera porque estos ascensos son lo que los herejeparlantes llaman “brevet”: ascensos temporales sin subida de sueldo inherente al mismo (pasó de Teniente a Capitán y luego a Mayor). Así que acabada la guerra, volvió a su rango, pero le transfirieron a la rama de caballería. Y ahí le tocó la lotería: fue el elegido para ocupar la vacante dejada por el Capitán Lee (sí, el mismo Lee del ejército confederado), ascendido a Mayor, y de nuevo para sucederle en dicho rango, cuando éste dimitió...


Vaya, tenemos un oficial sin mucho lustre, apodado cariñosamente “Tío John” por sus soldados, y con algo de potra en principio.

Y estalló la Guerra Civil, y John ascendió a todo tren: era Mayor desde 1855, pero ascendió a Teniente Coronel, Coronel y General de Brigada en 1861, y finalmente a General de División en 1862. No llegó a la cima, pero llegó alto. Comandó varias unidades y cuerpos de ejército y estuvo bien metido en la refriega. Tuvo el honor de que “Stonewall” Jackson le pateara el culo en Antietam, y allí recibió tres heridas de bala (en la muñeca, en el hombro y en la pierna), lo que le obligó a quedarse en el banquillo hasta pasada Fredericksburg. Pero estuvo a tiempo para la mayor contienda de toda la guerra: Gettysburg. Pero llegó tarde a la contienda y apenas sus tropas entablaron combate.


Y en esta tesitura llegamos a la contienda que le costó la vida. Estando los confederados de capa caída, la Unión arremetió con fuerza por Virginia, bajo las órdenes del que más tarde sería presidente de los EE.UU., Ulysses S. Grant. Varias batallas se libraron, siendo dos de ellas en las que John Sedgwick estuvo implicado: la de la “espesura” y la consiguiente de Spotsylvania. En la primera, un pequeño contingente de confederados hizo gran cantidad de bajas a las tropas de la Unión en una zona espesamente boscosa, pero ninguno de los dos venció, trasladándose la batalla a la localidad próxima de Spotsylvania.


Debería haber sido una batalla más, pero nuestro John tuvo que “acercarse” demasiado para reprender a cierto batallón que se acercaba al frente zigzagueando. Fue advertido de que había francotiradores, y que ya habían abatido a varios oficiales aquél día, pero desoyó los consejos. Según Martin T. McMahon, General de Brigada “brevet”, el artista dijo lo siguiente:


“¡¿Qué?! ¡¿Qué?! ¡¿Están zigzaguando por balas sueltas?! ¿Qué harán cuando abra fuego sobre ellos una línea entera? Me avergüenzo de vosotros. No acertarían ni a un elefante a esa distancia.”


Las memorias de McMahon continúan diciendo que un soldado rezagado cruzó a pocos metros de Sedgwick, escuchó un silbido de bala y se tiró al suelo. Nuestro protagonista se acercó a él y gentilmente le dio una patadita, tras lo que dijo:


“¿Por qué, soldado? Me avergüenzo de ti, esquivando de esa manera... No le darían a un elefante a esa dist...”


Un ruido sordo cortó la conversación y John se giró hacia McMahon. Una bala le había impactado justo debajo de su ojo izquierdo y se desplomó.

Sin embargo, la declaración de McMahon afirma que esa segunda bala tampoco acertó a nadie, que el soldado tuvo tiempo de santiguarse y excusarse ante su superior, y cuando éste le envió con el resto de su regimiento, una tercera bala hizo diana. Pero la historia / leyenda antes mencionada mola mucho más.


Nada se pudo hacer por él. John Sedgwick tuvo el dudoso honor de ser el oficial de más alto rango caído en el bando de la Unión (cayeron otros generales de división, pero él fue el que más antigüedad tenía en el cargo).


Manda huevos.




Última hora:

Recientes investigaciones afirman que John Sedgwick sí pudo ser más grande que un elefante:



martes, 2 de diciembre de 2008

El Emperador de Estados Unidos

Norton I

Emperador de los Estados Unidos y Protector de México



(Nota del autor: esta historia tenía mucha más gracia cuando no existía Wikipedia, o cuando ésta no era el monstruo de información que es hoy en día. Esta es una historia que ahora cualquiera puede conocer buscando un poquito, pero hace unos cinco años a mi me resultó verdaderamente increíble. Dicho esto, vamos allá...)



Joshua Abraham Norton debió nacer en torno a 1815. Otras fuentes (como su propio epitafio) apuntan a que su nacimiento se produjo unos años más tarde, sobre 1819. Lo que está claro es que nació en Londres, y allí pasó su más tierna infancia. Cuando la infancia dejó de ser tan tierna, y los niños empiezan a llorar por puro egoísmo y no por necesidad natural, la familia del pequeño Joshua se mudó a Sudáfrica, por aquel entonces colonia británica, a Ciudad del Cabo. Esto debió ocurrir en torno a 1820. Este hecho parece más claro, gracias a los registros de emigración que llevaban a cabo los ingleses. Descendía de familia de comerciantes, y como tales, allá amasaron una considerable fortuna. Allí, en Sudáfrica, debió pasar gran parte de su juventud, hasta los años 40 del S. XIX. Después, algunas fuentes apuntan que se marchó a Brasil para seguir haciendo fortuna. Lo que parece claro es que en 1849 ya estaba en San Francisco, la ciudad donde se desarrollará esta historia...


Hacía sólo 2 años que San Francisco tenía tal nombre, ya que hasta 1847 perteneció a México con el nombre de Yerba Buena. Y justo, qué casualidad, coincidió el cambio de manos de la Alta California con la “fiebre del oro”. Así pues, el 1849 San Francisco era una ciudad emergente, llena de gentes ansiosas por encontrar algo de oro que mejore sus economías domésticas y ricos comerciantes dispuestos a hacer su agosto a costa de una ciudad que crecía a pasos de gigante. Joshua fue uno de estos últimos.


En San Francisco, Joshua recibió la herencia de su padre, y con ella realizó prósperos negocios que le reportaron pingües beneficios (pedantería patrocinada por la R.A.E.), pero el que mucho abarca, poco aprieta, y la avaricia rompió el saco: acaparó cargamentos de arroz, aprovechando el bloqueo a China, y en lugar de vender la mercancía a precios estratosféricos, decidió esperar; el resultado fue que llegó otro cargamento, se dice que de Perú, y se tuvo que comer uno a uno los granos de arroz que no vendió en su momento... Joshua se encontró arruinado, y metido en litigios por tan mala empresa.


Este hecho seguramente sea la raíz de su estrafalaria conducta posterior. La profesora Wiki de Pedia dice que, tras marcharse de San Francisco por un tiempo (pasó unos diez años sin saberse nada de él), “en algún momento en casa de unos amigos habría comentado que si el «fuera emperador de los Estados Unidos verían grandes cambios efectuados»”. ¿Pero quién no ha pronunciado alguna vez esa frase cambiando EE.UU. con España, Europa, Mundo o Universo? Yo, personalmente, unas cinco veces al día, acompañadas con proclamas tan amigables como “menos buenrollismo y más estalinismo” o “a esos perroflautas les daba yo una buena dosis de gulag”. Pero lo mío es caso aparte, volvamos al S. XIX.


Joshua volvió a la “vida pública” hacia 1858. Contempló con pesar cuán mal iba el país, y lo podridos que estaban los sistemas legales y políticos. Seguramente meneando la cabeza de lado a lado, decidió escribir una nota de prensa al San Francisco Bulletin, el 17 de Septiembre de 1859. Ésta decía así:

"Ante la perentoria petición de la gran mayoría de los ciudadanos de estos Estados Unidos, yo, Joshua Norton, anteriormente de Algoa Bay, Cabo de Buena Esperanza, y ahora y por los últimos nueve años y diez meses de San Francisco, California, me declaro y proclamo a mi mismo como Emperador de estos Estados Unidos, y en virtud de la autoridad en mi investida, por este medio ordeno y conmino a los representantes de los diferentes Estados de la Unión a reunirse en el Music Hall de esta ciudad el próximo día 1 de Febrero con el propósito de hacer las alteraciones pertinentes a las leyes existentes de la Unión para aliviar los males bajo los que nuestro país labora, ayudando así a generar confianza, aquí y en el extranjero, en nuestra estabilidad e integridad."


Valor no le faltaba al gachó.


La gente no sabía cómo tomárselo... Y se lo tomaron a bien. Más aún cuando el 2 de Diciembre de ese mismo año emitió un segundo decreto, cesando en el cargo al Consejo de Virginia por ejecutar una pena de muerte. En ese mismo decreto, Norton I nombraba un sustituto, un tal John C. Breckenridge. En el siguiente, fechado el 16 de julio de 1860, que acusaba al Congreso y al Presidente (a la sazón, James Buchanan, predecesor en el cargo de “Abe” Lincoln) de corruptos. El edicto en cuestión fue éste:

"En vista de que un grupo de hombres que se llaman a sí mismos Congreso están ejerciendo en este momento en la ciudad de Washington, violando el edicto imperial, se declara abolido y que este decreto debe ser cumplido a cabalidad. Entonces, se le ordena al comandante en jefe de las fuerzas militares, general Scott al momento de terminado este decreto, al mando de las fuerzas necesarias desalojar las salas del Congreso."


Como podéis suponer, nadie le hizo ni puñetero caso en Washington, pero los Sanfranciscanos encontraron en él a alguien que hiciera su vida más amena... Y le siguieron el juego. Había nacido Norton I, Emperador de los Estados Unidos.


En los 20 años de “reinado”, Norton I lanzó varios decretos más. Algunos rozaban lo surrealista (multar a quienes llamasen Frisco a la ciudad de San Francisco con 25$, ordenar la limpieza de Sacramento e iluminar sus calles que llevasen al Capitolio) y otros eran más cabales (como la construcción de un puente que uniese los dos extremos de la bahía sin entorpecer el tráfico marítimo; años después se haría realidad: el Golden Gate). Se convirtió en un hombre respetado, a quien se hacían reverencias por la calle. Y él, metido por completo en su papel, las correspondía. Su “poder” llegó tan lejos como la gente quiso. Por ejemplo, se dice que siempre tenía mesa en los mejores restaurantes (y siempre por cuenta de la casa) y una butaca reservada en los teatros (y sitio para sus dos perros, Lázaro y Bummer, quienes se merecen un artículo aparte). Llegó incluso a cerrar la empresa de ferrocarriles porque no fue atendido en el vagón restaurante de uno de sus convoyes. Inmediatamente, la empresa se disculpó y Norton I pasó a disponer de un asiento preferente en los trenes de esa compañía, y comidas gratis en los trayectos.


Y diréis, ¿y lo de Protector de México? Pues de nuevo, a base de decreto:


"
Dada la incapacidad de los mexicanos de regir sus propios asuntos, yo, Norton I, asumo el papel de Protector de México".


Ole, ole, ole. Esto seguramente lo hiciese efectivo entre su proclamación imperial y la disolución de la Unión y el Congreso. Hay que entender que México, en ese momento, estaba en plena guerra civil entre moderados y liberales...


Así, entre otras cosas, también se dice que vestía un traje de gala, como se ve en la imagen, mitad castrense, mitad civil. Cuando lo consideró demasiado gastado y roído, el ayuntamiento de la ciudad le regaló otro, nuevo y reluciente. Supongo que lo mismo sucedió con las enseñas y toda la parafernalia imperial. Para no mosquear al personal, no iba dos domingos seguidos a la misma iglesia, tratando así de contentar a todas las sectas.


La sede de su gobierno estuvo en el mentado Music Hall de San Francisco, aunque él vivía en un modesto apartamento, catalogado como “gris y oscuro”, decorado con retratos de Napoleón III y Victoria I... Cuando el Music Hall ardió hasta los cimientos, Norton I envió un nuevo decreto ordenado el traslado de su Convención Nacional al Assembly Hall, el cinco de Febrero de 1861.


Pero su reinado también sufrió duros momentos. Fue incluso detenido en 1867 por un policía demasiado estricto que no debía ser del pueblo y no encontró la gracia en Su Majestad. Acusado de estar desequilibrado y de ser un agitador de masas, el oficial Armand Barbier le detuvo. Os podéis imaginar el revuelo que se formó... El jefe de policía no tardó en ponerle libre, excusándose públicamente. Desde ese momento, todo oficial de policía que se cruzase con Norton I debía rendirle una reverencia.


No sólo en lo del Golden Gate fue un visionario, a su manera. En un decreto fechado el 25 de Julio de 1869 pedía a los ciudadanos de San Francisco que donasen dinero a Frederick Marriott, para que éste llevase a cabo sus experimentos aéreos. Ay, si la U.S.A.F. se hubiera formado ya en 1869... Poco después, el Agosto, declaró abolidos los partidos políticos, por “la disensión (de los partidos) que existe dentro de nuestro reino”. ¿A que es adorable?


Los años 70 fueron más tranquilos. Norton I rondaba ya los sesenta años, y eso debía pesar. Aún así, siguió emitiendo decretos, como el que ordenaba amueblar al Grand Hotel sus habitación bajo pena de destierro, o la convocatoria de una convención sobre la Biblia en San Francisco para el 2 de Febero de 1873.


Pero desde 1873 no hubo más decretos. Siguió siendo el Emperador, y saludado y reverenciado por las calles, sin duda. Prueba de ello es que su funeral fue multitudinario. Norton I falleció un ocho de Enero de 1870, cuando caminaba por la avenida Grant, hacia la Academia de Ciencia Natural, donde pensaba asistir a una lectura pública. Los periódicos rápidamente se hicieron eco de esta noticia. Así, el día 9, el Morning Call imprimía el siguiente titular en primera página:

"Norton I, por la Gracia de Dios Emperador de los Estados y Protector de México, ha fallecido."

Y el día 10 fue enterrado en el cementerio masónico de la ciudad (dónde si no... ¿Acaso alguien dudaba que un personaje tan extravagante no fuera masón?). El cortejo fúnebre alcanzó las dos millas de largo, y unas 10.000 personas asistieron al funeral. Posteriormente, en 1934, fue trasladado al cementerio de Woodlaw, por los ciudadanos de San Francisco.


Por si queda alguna duda de su autenticidad, Joshua Abraham Norton aparece en el censo de San Francisco de 1870. Ocupación: Emperador. Además, imprimió billetes, de curso semi-legal en San Francisco, donde eran canjeados por Dólares estadounidenses, 1:1. Hoy en día son una rareza, y como tal, su precio ya no es par, es desorbitado.


La fuente principal para este artículo no ha sido tanto Wikipedia como el Museo de la Ciudad de San Francisco (www.sfmuseum.org y www.emperornorton.net , donde podéis encontrar muchas (pero muchas) fotos del Emperador, así como algunos edictos conservados). Muchas gracias a ambos, y a vosotros, por leerlo.


¡Dios Salve al Emperador!

Confusiones lingüísticas histéricas

A lo largo de los siglos la gente se ha ido acostumbrando y aceptando lo que ve, oye, lee, etc. Esto, obviamente, es normal ya que si desde que naces siempre ha sido así porque no va ser verdad, no? Pues a veces hay historias simpáticas detras algo que en la actualidad es algo corriente. Hoy vamos comentar algunas confusiones lingüísticas que crearon nuevas palabras que no tenían nada que ver con el original sentido.

En primer hablemos de nuestro querido colega marsupial austral conocido también como canguro. La mayoría de la gente dirá, pos que nombre mas majete, fijo que los indígenas le llamaban así y así pasó a nuestro acerbo. Craso error. Canguro, en rigor, significaba "no entiendo la pregunta" en el idioma indígena local. Esta respuesta se debió a un intento del conocido explorador James Cook de conocer el nombre del citado animal (todo esto preguntando en inglés, por supuesto...que es inglés y no se puede rebajar a aprender otros idiomas...) a lo que los indígenas no pudieron mas que responder "¿Qué pichas me estas diciendo?".
(El profesor wikipedia dice que esto no es más que una leyenda y que está comprobado que sí era el nombre dado a los canguros por la gente de la zona. Nosotros, por el bién del artículo, correremos un estupido velo...)

Otro caso interesante es la palabra "gringo". Para quién no lo sepa aquí en España, es una palabra cariñosa con la que referirse a los ciudadanos del Imperio a.k.a EEUU. Uno podría pensar, pues será alguna palabra usada en Tlatelolco y alrededores para referirse al hombre blanco, o el nombre de una planta que provoque malestar general al roce, o un primate cercano al hombre. Pues no, es simplemente parte de una canción estadounidense que cantaban los soldados de EEUU cuando recorrían el territorio mexicano durante la guerra de 1848 y rezaba lo siguiente "Green Grow the Lilacs". Esto acabó transformándose en Gringos. Obviamente esta es solo una teoría ya que hay otras diferentes sobre término pero a mi me goza así que así la dejamos.

Por último hablemos de Yucatán. Ese trocito de México conocido por mucha gente ya que ha sido su lugar de luna de miel o viaje de fin de curso/carrera/bachillerato (en el caso de nuestros seguidores mexicanos, simplemente por se parte de su país jejeje). Este caso es similar al del canguro aunque parece tener más visos de realidad. En los momentos de la conquista, uno de nuestros antepasados, muy paquete él, preguntó por el nombre de la zona a un lugareño (obviamente en español porque nosotros tampoco nos lo curramos en un principio para entendernos). Los indígenas que no eran tontos pensaron, ya que nos van a conquistar de fijo, por lo menos vamos a echarnos unas risas. Por ello dieron una de estas respuestas, o cada día una, tampoco les he preguntado:
  • U Yu'uk a t'aan que en idioma maya significa no entiendo tu lengua o no te entiendo.
  • Yucatán, que en su lengua significaba yo no soy de aquí. Esta es muy buena porque es la típica respuesta a un guiri cuando estas tu también de turista y te ve cara de guía.
  • uh yu uthaan, que en maya significa oye como hablan. Esta sí es la mejor. Vamos que se estaban despollando en plan jajaja mira como hablan los pringaos jajaja vaya barbazas que tienen, so guarros!! que pareceis Neandhertales!! :P