O de como un cúmulo de casualidades iniciaron una guerra
Siempre se ha dicho que lo que ocurrió en Sarajevo aquél 28 de junio de 1914 fue el desencadenante del mayor horror que había conocido la Humanidad hasta el momento (porque unos años después nos las apañamos para dejar a lo sucedido en Somme o Verdún como juegos de niños): la Primera Guerra Mundial, aunque por aquél entonces se llamaba Gran Guerra.
Como muchos, si no todos, sabéis, lo que sucedió aquél día fue que un nacionalista bosnio asesinó al archiduque Francisco Fernando de Austria, el heredero al trono de aquél reino. Bosnia era parte del Imperio Austrohúngaro, pero los eslavos no aprobaban esta ocupación, y tenían intención de formar un país aparte o unirse al reino de Serbia, algo por lo que Austria-Hungría no pasaba. Como veis, tenemos un caldo de cultivo excepcional para que pase algo gordo: cristianos, musulmanes y nacionalismos.
En este contexto nace y crece nuestro protagonista: Gavrilo Princip.
El porte del pollo en la foto es comprensible, pues ya estaba preso, en la actual República Checa, de ahí la mirada perdida, los hombros caídos y la carra hinchada a hostias. Pero no debía ser muy diferente cuando maquinaba con sus coleguitas de la “Joven Bosnia”. Este hombre enjuto es el regicida más torpe de toda la Historia, al menos hasta donde me acuerdo ahora.
Él y otros seis conspiradores se reunieron en Sarajevo con motivo de la visita del heredero de Austria-Hungría a la ciudad. Coincidió con una festividad local, por lo que las calles estaban llenas de gente. Entre su equipo, unas pocas pistolas y algunos explosivos, se cree que suministrados por la organización “Mano Negra”, de ideología panserbia, así como cápsulas de cianuro, por si salía algo mal.
A mi no me cabe en la cabeza como dejaron a un tío tan torpe como Gavrilo empuñar un arma. De lo poco que se sabe de él es que era débil y apenas tenía fuerza como para disparar y que el tiro fuera apuntado. Pero, vaya usted a saber por qué, disparó dos veces e impactó las dos cuando llegó la hora. Quién sabe, lo mismo se creció ante su gran momento. Por su parte, Francisco Fernando era un excelente cazador (no se podía esperar menos de un noble, claro). Que ironía.
Pero no adelantemos acontecimientos. Los archiduques (Francisco Fernando y señora) fueron recibidos cálidamente por la población, pero la comitiva sufrió un atentado, perpetrado por uno de estos siete conspiradores: se arrojó una bomba sobre el vehículo del archiduque, y las fuentes indican que sucedieron dos cosas:
- a.- La bomba golpeó en la puerta del vehículo y salió rebotada hacia el público, con funesto resultado para éste.
- b.- Francisco Fernando se vuelve Chuck Norris y agarra la bomba a tiempo para lanzarla al vehículo que les seguía, matando o hiriendo a varios ocupantes y espectadores.
El pseudo-magnicida se tragó su cápsula de cianuro y se arrojó al río. Este hecho es uno de los más grandes EPIC FAIL de la Historia: la pastilla era defectuosa, no hizo efecto el veneno y no murió, pero como aún no lo sabía, se arrojó al río, pretendiendo morir ahogado... Pero estamos en pleno verano, y apenas había un palmo de agua. Como resultado, fue sacado por la población y apaleado, para luego ser apresado por las autoridades. ¡Bravo!
Los otros conjurados o bien pensaron que el pájaro había muerto, o desistieron en su empresa, y así volvemos a nuestro protagonista, Gavrilo. Optó por comprarse un bocadillo, porque o bien el trabajo estaba hecho o bien le iba a ser imposible perpetrar el atentado ya que, como era lógico, se suspendería la comitiva. La archiducal pareja fue al ayuntamiento, fueron recibidos y atendidos. Pero luego marcharon al hospital local para hacerse la foto con las víctimas (algunas cosas no cambian en siglos).
Y en esta tesitura tenemos a Princip comiéndose un bocata, cuando se encuentra de frente con el vehículo de su objetivo: el chófer se equivocó de calle y en lugar de seguir y rectificar, decidió dar marcha atrás y volver al camino correcto. Suponemos que tira el bocadillo, desenfunda y corre hacia el Archiduque, dispara dos veces, una impacta en la puerta y otra en Francisco Fernando. Pero hasta en eso tuvo suerte: la de la puerta la atravesó y terminó en el abdomen de la archiduquesa, Sofía Chotek; la de Francisco Fernando le dio de lleno en el cuello.
Acto seguido, se tragó la ritual pastilla de cianuro, también defectuosa, por lo que terminó vomitando. Viendo que no se moría, trató de pegarse un tiro, pero ya era tarde y la población se le echó encima. Por su parte, los atentados, en lugar de seguir hacia el hospital, volvieron a la residencia del gobernador, donde fallecieron por la deficiente atención médica recibida.
En ocasiones la Historia puede ser muy retorcida, y aunque esto sólo fue la gota que colmó el vaso, bien pudo no haber sucedido. Desde el punto de vista actual, parece que era algo casi buscado por Austria-Hungría: la visita de un representante de la autoridad extranjera durante esa mentada fiesta nacional era considerada como una provocación, y el Imperio hubiera encontrado otra excusa para enviar aquél ultimátum tan irracional a Serbia.
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