De este personaje se conocen infinidad de anécdotas. Una de las más cómicas es aquella en la que, según relata Vitruvio, para acreditar si existía trampa en la realización de una corona de oro encargada por el tirano de Siracusa y protector del matemático, Hierón II,. Se cuenta, que hallándose el lumbrera de Arquímedes reposando en unos baños, apreció que el agua desbordaba la bañera a medida que se iba metiendo en ella. Esta reflexión le inspiró la idea que le permitió resolver la cuestión que el tirano le había planteado. Al haber hallado la solución a ese problema, la historia cuenta que lleno de júbilo, corrió desnudo por las calles de Siracusa hacia su domicilio a voz en grito, vociferando la famosa frase “EUREKA! EUREKA!”. Esta idea del celebérrimo matemático heleno fue, por decirlo de alguna manera, la pionera de la hidrostática, y corresponde al famoso principio que lleva su nombre. Evidentemente para un cerebro privilegiado como el de Arquímedes fue fácil desenmarañar el problema, haciendo uso de su “principio” pudo calcular la ley de una aleación.
Ah! Por cierto, el orfebre cumplió su palabra y no engañó al tirano de Siracusa.
A parte de su pasión por las matemáticas, Arquímedes también ha pasado a la posteridad por ser uno de los grandes ingenieros de “trastos” bélicos. Se cuenta que de tan brillantez eran, que gracias a ellos Siracusa consiguió resistir tres años el asedio romano, antes de caer en manos de las tropas de Marcelo.
Bien, volvamos al asunto de la muerte de quien dijo que si le daban un punto de apoyo, movería el mundo. Como sabemos, la pasión de Arquímedes por las matemáticas sobrepasaba los límites de lo humano, tanto es así, que uno de sus hobbys era resolver problemas, pintando en la arena de la playa las ecuaciones a resolver. Se cuenta, que mientras Siracusa luchaba por seguir en pie y repeler el ataque romano, Arquímedes se encontraba en la playa resolviendo un problema pintando círculos en la arena. En esto se le acercó un soldado romano, molestándole en sus cavilaciones e invitándole a abandonar el problema, a lo que el concentrado matemático, en un primer momento, decidió hacer oídos sordos, hasta que finalmente respondió con reproches por no dejarle continuar. Tan enérgicos fueron estos reproches que recibió el soldado romano que se vio obligado a atravesarle con su espada, dándole muerte. Cuenta la anécdota que las últimas palabras de Arquímedes fueron “no molestes a mis círculos”.
Pues así acaba la vida de este genio de las matemáticas, una muerte absurda. La obstinación de Arquímedes y la pasión por las matemáticas le llevaron a recibir un espadazo en toda regla, ¿moraleja?
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